jueves, 4 de junio de 2009

Diálogos (I)

Un abuelo y un nieto, frete al mar en un mirador. El abuelo, en silla de ruedas, el nieto a su lado. Una tarde espléndida.

Abuelo – Todo está clamado.

Nieto - Demasiado calmado.

Abuelo – La luz es demasiado fuerte – guiñando los ojos -.

Nieto - ¿Quieres las gafas?

Abuelo – Bah, déjalo. Tampoco hay mucho que ver. Sólo esa estúpida y pútrida inmensidad.

PAUSA

Abuelo - ¿Sabes algo de tu madre?

Nietto – No

Abuelo – Demasiada mujer para alguien como tu padre. ¿Qué está haciendo ahora?

Nieto – Leyendo

Abuelo – Leer… Es lo único que puede hacer. ¿Cuánto hace que no escribe?

Nieto – Unos dos años

Abuelo – ¿Sabes si está detrás de algo?

Nieto – Enfermedad y seducción. Ha vuelto a su querido Mann.

Abuelo – ¡Menuda idiotez! Faustos, Venusianos, Diosnisíacos… Todos olvidados. Sólo conseguirá acabar como ellos. Es cuestión de tiempo.

PAUSA

Abuelo - ¿Sigues con la muchacha esa?

Nieto – No. Ahora estoy con otra

Abuelo - ¿Más o menos?

Nieto – Menos

Abuelo – Me alegro, aunque recuerda: Populus vult decipi, ergo decipiatur.

Nieto – Descuida

Abuelo – Me alegra ver que mi arrogancia perdurará durante otra generación

Nieto – Dios se deja conquistar por el humilde y rechaza la arrogancia del orgulloso…

Abuelo – Sí, ciertamente, su figura es contradictoria. De todos modos – tocando la mano del nieto - ¿Qué no lo es?

Suena el teléfono móvil del nieto. Charla y asiente – muy bien, ya vamos”.

Nieto – Era papá. Judith acaba de llegar. Me espera en casa.

Abuelo – Perfecto. Conozcamos a Judith. Empiezo a estar harto del incesante movimiento de esa masa asesina. No es casual que les sigan fascinando los destellos de algunos juegos pirotécnicos, sobre todo si terminan conformando florecitas – trazando con el dedo su silueta en una de sus piernas.

FI(G)N