Escribo por necesidad. No encuentro satisfacción garabateando sobre el ideal. El folio en blanco, pavor de los cobardes, supone la excusa perfecta para los responsables y los abúlicos; para los profesionales del texto y los individuos con gastroenteritis, para todos los que albergan la esperanza de conseguir potenciar la sobrentendida pureza de la inocencia a través del desdoro. Dice más un folio en blanco que cualquiera que contenga palabra alguna; no importa el idioma o la belleza de la caligrafía… La potencialidad del folio en blanco, su inmensidad, ése ha de ser el objetivo único del escritor. Perseguir lo indecible, lo inasible, lo que no se puede expresar o representar o fijar o recordar o sentir. Algo que enmudece, que llena de pavor al más experimentado, que pasa desapercibido por el profano, que es criticado por el ignorante, vilipendiado por el envidioso, envidiado por el orgulloso, desechado por el propio escribiente. Nada hay más doloroso que el folio en blanco, virgen.
Nada más.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
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