lunes, 4 de agosto de 2008

Corbata de rayas y cristales pequeños,
una montura angulosa;
hoy he visto la maldad en la cara de un perro.

Presa del amo,
sujeto,
he sentido el hastío en los ojos de un perro.

La cuerda, Imperio,
sostiene la danza
de derecha a izquierda,
de la izquierda al centro.

Huele la rabia en las fauces del perro.

¿Qué son las ninfas,
sino el reflejo de bajezas sin techo?
¿Qué es el instante para comprender lo eterno?
Hoy, sin duda, la pena camina a lomos de perro.

Sí,
no miento al decir que que el hombre,
viejo, oculto, tras su velo plomizo,
desdeñó el alma,
arrojándola al fuego.

Piedad, Fe, Amor y Santa Sofía;
ensartadas, las cuatro, en un mismo metal.
La llave, en cambio, se empeñó en el camino.
Ahora, vemos arena,
llanura y desierto;
cae la noche sobre el pelo del perro.

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