martes, 30 de septiembre de 2008
Wie einst Lili Marleen
El horror y el pánico azotaban la mente del muchacho, incapaz de comprender aquella retórica. El caudal y la fuerza del agua lograrían desprender el cadaver, atrapado por un ovillo de ramas. "Si no hacemos algo, lo arrastrará la corriente y será imposible recuperarlo", dijo el joven. "¿Qué más podríamos hacer por él?, respondió la esposa. "Diremos que ha sido un accidente, que paseábamos... Se acercó, para ver los peces y resbaló; no sabrán nada..." Sus manos temblaban inquietas. Ella, por el contrario, sujetaba el arma con firmeza. "¿Qué quieres?". Alterado, el joven se arrodilló, exigiendo su asesinato. Lo miró y presurosa dirigió su mano izquierda hacia el bolso. Hurgó hasta conseguir una botella. "Salud, compañero", dijo mientras la alzaba. El líquido se extendió rápidamente por su barbilla; finos hilos ensuciaron su blusa. Acto seguido, la botella estallaba contra el suelo. "Hay que tener cuidado con la caída; debemos reconocer cuándo y comprender por qué la tierra llama". Se aproximaba al borde; la distancia entre su cuerpo y el río cada vez más estrecha. "He recogido y limpiado la casa; no permitas que la invadan las ratas".
Pudo comprobar, a lo largo de esa interminable pasarela, cómo su alma se desvanecía entre sollozos. En efecto, la casa estaba limpia. Su piel había comenzado a agrietarse.
viernes, 19 de septiembre de 2008
Entrevista a Jan Estupdcek
E – ¿Auto-crítica sí o no?
JE – Auto-crítica, pero relativizada.
E - ¿En qué piensa cuando escribe?
JE - Sinceramente, no pienso. La sensación es de vacío, un vacío total. No pienso, únicamente cumplo un deber.
E - Venga, eso es imposible
JE -Por muy increíble que te pueda parecer, es la verdad. El resto lo consiguen las interpretaciones. Nunca he conseguido elaborar un guión. Al principio, lo confieso, me angustiaba. Partía de la idea de que la obra requería un planteamiento previo, un proceso de elaboración, una coherencia. Pasito a paso. Un día descubres que un libro no es un pastel y ahí te das cuenta de la importancia del valor supremo. Y de lo insignificante que eres, por supuesto.
E - Entonces, ¿su escritura no pretende…?
JE - Ningún escritor debería pretender nada. Resulta una tarea inútil. No es posible definir qué es o cuál es la finalidad de la literatura. Se conoce y se estudia, pero nunca es comprensible en su totalidad. ¿Parcialmente? Es posible, pero eso a su vez supone cometer otro error. Si eres capaz de asumirlo y asimilarlo como inevitable, has recorrido gran parte del camino. En caso contrario, aprende a disfrutar del fracaso. Vas a tener que acostumbrarte…
E - ¿Se considera un fracasado?
JE - Todos los somos, en parte. Quizá lo que algunos consideran fracaso otros lo vemos como un éxito. Es discutible. El fracaso no es más que otro de los temores más primitivos del ser humano. Fracasar conlleva desaparecer. Todos tenemos derecho a la vida; y sólo algunos están dispuestos a morir.
E - De los condenados no hablamos, ¿no?
JE - Ellos son los que con más firmeza se agarran a la vida. Para ellos supone un privilegio. En cambio, nosotros la consideramos algo básico. Cuanto más alejados nos situamos, más cruel se torna. Es un fallo imperdonable que agrava las consecuencias. Morir es algo inevitable. No importa cuánto investiguemos, creemos o trabajemos. La vieja siempre está ahí, aguardando pacientemente.
E - ¿Cree que el ocio ha devorado a la paciencia?
JE - Depende del tipo de ocio al que te estés refiriendo. El ocio no es algo estático, no es personal. El ocio supone, al fin y al cabo, actividad. No importa a qué dediques el tiempo. Desconectar, por utilizar un término actual, exige esfuerzo. El ocio permite que el aspecto lúdico del hombre salga a escena, que depende de la concepción que el individuo haya formulado respecto a la vida. Los ricos viven muy alejados de la realidad, pero muy inmersos en la suya propia. Los pobres, a su vez, creen estar rayándola constantemente. Cada individuo entiende el ocio según su circunstancia. Así, para alguien ocupado, el ocio se remite a ese tiempo en que la actividad cesa. Para el ocioso, no es más que una carga. Si el ocio no fuera rentable nuestro modelo de sociedad sería insostenible.
E - ¿No cree que el modelo actual es, en sí, insostenible?
JE - Al menos, no lo será durante los próximos veinte años (Risas). La paranoia, unida a un sistema capitalista, y perdón por ponerme Foucaltiano, ha nublado nuestra percepción. Transmutando un instinto básico, como es el caso de la supervivencia, en una necesidad logra hacer de ésta un mercado muy interesante y extremadamente volátil. Esto transforma el riesgo implícito en oportunidades, que muy pocos saben aprovechar o incluso encontrar. El ser paranoico y su radio de acción se reduce al ámbito de lo privado, de lo interesante, de lo que vende. Así, el ser paranoico es un ser falto de toda creatividad y las únicas expresiones de ésta que es capaz de ofrecer se encuadran dentro de un reducto limitado al designio de otros. Así, seres paranoicos que crean para que otros seres paranoicos consuman su creación. Es triste ver cómo cada día nos resulta más difícil expresarnos a través de la palabra. La realidad se compone de retazos, a veces inconexos, de otras realidades. La linealidad no tiene sentido. Tampoco interés. No tenemos tiempo para disfrutar de ella. Es una lástima.
E - Su estilo no constituye un paradigma de linealidad, precisamente…
JE - Por ello mismo he conseguido llegar a un mayor número de lectores. Mi obligación es la de transmitir, ni más ni menos. ¿Cómo transmitir? Para mí, la forma no tiene la menor importancia; es superflua. Lo relevante de un texto es el mensaje, el contenido, las ideas, no su aspecto. El valor de éstas es lo que logra que perduren. En el fondo, no soy más que otro ser paranoico que actúa como tal. La diferencia radica en que lo tengo asumido y sufro por ello. Quiero que la gente experimente ese sufrimiento.
E - ¿El dolor como cura? ¿Considera eso ético?
JE - El sufrimiento como medio, un trámite hacia la redención.¿El problema? No es rentable. La Biblia se lee poco y mal. Parece ser que "el Corán" mola más.
martes, 9 de septiembre de 2008
domingo, 7 de septiembre de 2008
Rasque y ...
El ser que puebla el mundo desarrollado necesita, cada vez con mayor urgencia, respuestas sencillas y rápidas. Por y para ello alberga esperanzas; confía en que pueda producirse un cambio. De esta necesidad de cambio surge una visión optimista o esperanzada de la realidad. El triunfo de la técnica supuso para el hombre la obligación de otorgar a sus semejantes la cualidad de "persona apta y capacitada" para imponer la justicia y ésta, de nuevo, al igual que una necesidad, se ve transformada en algo forzoso. Los Justos dictaminan las normas y esas normas no siempre logran satisfacer. Las discrepancias llegan cuando esa norma intenta imponerse sobre normas ajenas. La norma depende de varios factores. Entre ellos destacan el cultural y el socieconómico. La relación entre ellos es de interdependencia y se ve respaldada por otros, derivados. El panorama actual, al menos en lo que respecta a las relaciones comerciales, es la no existencia de barreras que limiten o encarezcan el viaje. No hay más que rascar un poco la superficie para comprobar que es falso. ¿Cuál es el problema? Es sencillo: no interesa rascar. El coste que acarrea rascar supera al que ofrece el hecho de no rascar. Una interesante imagen viene a mi cabeza: los boletos, algunos premiados, basados en el hecho de descubrir la posible sorpresa, designada premio. Rasque y gane. El nombre que reciben, "Rasca y gana", anima a rascar. "Caray, si rasco puedo ganar hasta 1,000.000 de ..." baths, euros, rupias, o cualquier otra divisa. La realidad, bien conocida por todos, leyendo entre líneas, se traduce como "Rasque; es muy probable que termine perdiendo". La pérdida no se limita a la cuantía del premio no obtenido o al dinero invertido. La pérdida, si tenemos en cuenta lo no ganado, se eleva a una cantidad mucho mayor, casi incalculable; se eleva al valor de la propia vida, arrastra por el suelo al sueño, lo machaca aún más, transfigurándolo. Un comportamiento estrictamente racional descartaría estos mecanismos para llegar a ser.
La emotividad, así como la falta de certeza de una población civil cada vez más confusa, es conmovedora. La gente, coloquialmente hablando, lo único que quiere es sentirse querida, notar en su propia carne que alguien sería capaz de dedicar su vida exclusivamente a él. El inconveniente de un narcisismo excesivo no radica en que uno se torne egoísta, hostil, misántropo o violento. La consecuencia más grave de la actitud narcisista es la extrema dependencia que genera en torno al sujeto que lo padece, lo débil y vulnerable que lo vuelve. Todos pretenden acabar con el vampiro.
Comprender por qué no podemos aceptar el hecho de que sea un proceso aquello que engloba otras realidades y conexiones aún más complejas - cuyo interés lo fija un mercado (nosotros) - y que precede al mensaje, es crucial para poder distinguir en qué consiste aquello que realmente necesitamos.
sábado, 6 de septiembre de 2008
Ascenso, descenso, turba popular
Entre varios portaban escaleras enormes. Creí estar contemplando un espectáculo circense. Recuerdo haber llegado a sentirme afortunado, casi conmovido; lo gratuito, normalmente, suele verse acompasado por una serie de arrebatos cuya violencia, aberrante y a menudo pueril, resulta insoportable. Algunas personas deciden obviar el sobreprecio, pero ahí está. Siempre se paga.
Debido al peso y a la irregularidad del terreno, tropezaban, desequilibrando al compañero. Consecuentemente, la carga chocaba contra el suelo, emitiendo un sonido hueco. La sarta de insultos terminaba en carcajadas y suspiros. Los presentes parecían conocerse.
La jornada amanecería abanderada, con las farolas portando el estandarte del Ayuntamiento: el cartel ganador de un certamen organizado por éste. Las fiestas del barrio estaban a punto de comenzar. Era necesario hacer partícipe a la población, anunciar la oportunidad de reencontrarse con la tradición. Resultaba curioso ver cómo los parques se poblaban de seres diminutos, excesivamente alterados y ruidosos. ¿Una salida, tal vez? Lo más común era cosechar una victoria vomitando los excesos en cualquier lugar; algunos incluso lo hacían sobre sus parejas. Los artistas, contratados hacía meses, poco o nada tenían que ver con la desgracia de estas pobres gentes. Alguno se veía obligado a abandonar el escenario vilipendiado a tomatazos; algo malo habría hecho.