viernes, 5 de septiembre de 2008

Vuelta a casa

De nuevo en el Metro. Los dos. Habíamos adquirido la fea costumbre. Ella no necesitaba el transporte público; tenía un híbrido capaz de llevarnos a cualquier lugar. A través de estudios y contando con una ligera experiencia, se logra que la publicidad comunique. El resto lo consigue la tristeza del receptor. Yo sí que precisaba viajar con los pobres. En el vagón, notaba cómo se ofendía, rehuyendo las poco sutiles y cobardes miradas con las que algunos se empeñaban en cercar aún más su condición de hombre. No estaba acostumbrada a ese tipo de cosas. Salen del trabajo, una mujer en ocasiones desagradable, algún querubín; la casa exige y aguarda pacientemente. Su hogar, reducto de paz y esperanza, se torna gris, mugriento, tambaleado por indistintos aportes y excesos. Grasa y lava. Alguna lesbiana también se percata. Un muchacho negro ni siquiera se atreve, encontrando consuelo en sus zapatillas donde, algunos hilos de caucho, como flechas, apuntan a los claroscuros de la pobreza. Convierto en mi fuerte el espacio reservado para discapacitados, un oasis libre de moscones. Desde ahí tomo distancia. Analizo. Perdedor tras perdedor, mi reflejo muestra unas entradas prominentes. Disimularlo constituye una tarea inútil y patética. Intento prestar atención a lo que dice. Parece estar hablando del Plan. Creo haber entendido algo acerca de los objetivos. "No son realistas", dice; "es imposible cuantificarlos de forma objetiva, no tienen base empírica". Asiento. La carpeta no puede ocultar un pecho voluminoso y firme. Muchos de los presentes, aunque envidiosos, logran motivarse pensando que nuestra relación se erige en torno a temas de índole laboral. Otro más... En parte, tienen razón. En parte, también son individuos frustrados y miserables incapaces de percibir matices entre coño y vagina. La pornografía es para aquellos que han fracasado; se nutre de ellos, consumiéndolos. No es extraño que muchos se muestren tristes y abúlicos. Sus caras reflejan un vacío y ese vacío no se llena con bienes. Tampoco con sensaciones; algo más se vuelve necesario, y son pocos los que están en condiciones para encontrarlo.


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