domingo, 7 de septiembre de 2008

Rasque y ...

Nos consuela pensar que detrás de un rostro podemos encontrar una persona. En cambio, genera pavor, incredulidad e indignación aceptar que algo así pueda llegar a no ser cierto, al menos no serlo según nuestra concepción de lo que supone o exige la certeza. La postura reduccionista a a la que cada ciudadano debe adaptar su consciencia delimita su percepción y logra, una vez más, orientarlo hacia la consecución de conclusiones, pudiendo ser estas correctas o no, dependiendo su validez de la circunstancia que las rodea, así como del individuo que se atreva a plantearlas.
El ser que puebla el mundo desarrollado necesita, cada vez con mayor urgencia, respuestas sencillas y rápidas. Por y para ello alberga esperanzas; confía en que pueda producirse un cambio. De esta necesidad de cambio surge una visión optimista o esperanzada de la realidad. El triunfo de la técnica supuso para el hombre la obligación de otorgar a sus semejantes la cualidad de "persona apta y capacitada" para imponer la justicia y ésta, de nuevo, al igual que una necesidad, se ve transformada en algo forzoso. Los Justos dictaminan las normas y esas normas no siempre logran satisfacer. Las discrepancias llegan cuando esa norma intenta imponerse sobre normas ajenas. La norma depende de varios factores. Entre ellos destacan el cultural y el socieconómico. La relación entre ellos es de interdependencia y se ve respaldada por otros, derivados. El panorama actual, al menos en lo que respecta a las relaciones comerciales, es la no existencia de barreras que limiten o encarezcan el viaje. No hay más que rascar un poco la superficie para comprobar que es falso. ¿Cuál es el problema? Es sencillo: no interesa rascar. El coste que acarrea rascar supera al que ofrece el hecho de no rascar. Una interesante imagen viene a mi cabeza: los boletos, algunos premiados, basados en el hecho de descubrir la posible sorpresa, designada premio. Rasque y gane. El nombre que reciben, "Rasca y gana", anima a rascar. "Caray, si rasco puedo ganar hasta 1,000.000 de ..." baths, euros, rupias, o cualquier otra divisa. La realidad, bien conocida por todos, leyendo entre líneas, se traduce como "Rasque; es muy probable que termine perdiendo". La pérdida no se limita a la cuantía del premio no obtenido o al dinero invertido. La pérdida, si tenemos en cuenta lo no ganado, se eleva a una cantidad mucho mayor, casi incalculable; se eleva al valor de la propia vida, arrastra por el suelo al sueño, lo machaca aún más, transfigurándolo. Un comportamiento estrictamente racional descartaría estos mecanismos para llegar a ser.
La emotividad, así como la falta de certeza de una población civil cada vez más confusa, es conmovedora. La gente, coloquialmente hablando, lo único que quiere es sentirse querida, notar en su propia carne que alguien sería capaz de dedicar su vida exclusivamente a él. El inconveniente de un narcisismo excesivo no radica en que uno se torne egoísta, hostil, misántropo o violento. La consecuencia más grave de la actitud narcisista es la extrema dependencia que genera en torno al sujeto que lo padece, lo débil y vulnerable que lo vuelve. Todos pretenden acabar con el vampiro.
Comprender por qué no podemos aceptar el hecho de que sea un proceso aquello que engloba otras realidades y conexiones aún más complejas - cuyo interés lo fija un mercado (nosotros) - y que precede al mensaje, es crucial para poder distinguir en qué consiste aquello que realmente necesitamos.

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